A lo largo de una relación de pareja es normal que surjan desacuerdos y conflictos. El problema viene cuando esos conflictos no se resuelven y van minando poco a poco la confianza, el respeto o el afecto. Conviene pues asumir como algo aceptable experimentar crisis, sobre todo en el caso de relaciones duraderas. De esta forma estaremos más receptivos a poner los medios para solucionar los problemas y correremos menos riesgo de frustrarnos. Superar una crisis puede ser un motivo de evolución para la pareja, ya que a menudo fortalece la unión y nos ayuda de forma individual a crecer como personas.
A menudo evitamos abordar los problemas de pareja porque genera malestar o porque confiamos en que las cosas terminen solucionándose por sí solas. Esto es un error, ya que con el tiempo va suponiendo un desgaste importante y es probable que el afecto se vea seriamente comprometido. Así mismo, es probable también que ambas partes vayan acumulando gran cantidad de resentimiento.
Es necesario también distinguir entre problemas cotidianos, diferencias o desacuerdos y las crisis a las que nos referimos, que en caso de no resolverse terminarían provocando una escisión definitiva en la relación. Las crisis no suelen responder a una situación o conflicto puntual, sino que se prolongan a lo largo del tiempo. Por este motivo implican un desgaste importante, y en el peor de los casos, la ruptura.
Hay que tener también presente que a veces ambas partes pueden estar mejor por separado, reconduciendo sus vidas individualmente al margen de la relación. Tras valorar la situación con detenimiento se puede llegar a esta conclusión, en cuyo caso lo más adecuado es tratar de formalizar la ruptura dentro de unos términos de respeto y de cariño.
Las crisis pueden superarse y, como señalábamos, suponer un trance del que la relación salga fortalecida. No obstante, si evitamos abordar los problemas o no somos capaces de resolverlos por nosotros mismos, puede ser conveniente acudir a un especialista en terapia de pareja. El terapeuta identificará las causas que han llevado a la actual crisis y proporcionará pautas y estrategias para superarla. No conviene dejar pasar mucho tiempo en recurrir a este recurso o corremos el riesgo de llegar a un punto de desgaste en la relación que difícilmente admita vuelta atrás.
Contenido
Algunas de las causas más comunes que originan crisis de pareja.
Vamos a detenernos un poco en algunos de los motivos más frecuentes que tienden a originar problemas en las relaciones.
- Falta de comunicación. Uno de los principales problemas en las relaciones de pareja es una comunicación pobre o deficiente. Esta falta de comunicación es a veces el problema en sí mismo, y otras dificulta que se pongan los medios para solucionar crisis derivadas por otras cuestiones. A menudo nos cuesta comunicar nuestros sentimientos, hacer valer nuestros derechos o necesidades frente a los demás o hacerles partícipes de eso que nos ilusiona. Tendemos a asumir que la pareja, por el simple hecho de conocernos, debe “leer” nuestros estados de ánimo en todo momento y anticiparse a nuestras demandas.
Dentro de la comunicación también es importante trabajar la empatía en la relación de pareja. Empatizar es entender las motivaciones de la otra persona; eso que le ha llevado a sentirse o actuar de una determinada manera.
- Celos y desconfianza. La confianza es algo que cuesta mucho construir y tan solo en un instante, cual castillo de naipes, puede venirse abajo. Sinceridad y honestidad son elementos necesarios en las relaciones sanas. Ser honesto no implica resultar hiriente o caer en una falta de tacto manifiesta con respecto a la pareja. De igual forma los celos van minando la confianza. El celoso se sabotea la relación desde su baja autoestima y a menudo termina provocando también desconfianza en la otra parte. Cuando los celos son infundados suele ser conveniente trabajar la autoestima de la persona que los experimenta de forma individual.
- Falta de refuerzo dentro de la relación. En gran medida las relaciones de pareja se basan en un intercambio de gratificaciones mutuo. Con el tiempo y la rutina nos vamos acomodando y dejamos de emitir estos refuerzos o gratificaciones, lo que va provocando que la relación se estanque. Por este motivo son importantes los aniversarios, las muestras de afecto y más aún los pequeños detalles del día a día. No debemos escatimar en elogios, halagos o cumplidos. Si te agrada algo de tu pareja házselo llegar. Realizar una escucha activa también es gratificante para la otra persona, así como preguntar qué tal ha ido el día o mostrar interés sincero por sus asuntos.
- Disminución de las relaciones sexuales y falta de deseo. El sexo es un punto importante en la relación, pues también contribuye a crear vínculo. Entre los factores que explican la ausencia de intimidad están el estrés y los problemas cotidianos (que nos privan de tiempo o afectan a la libido), la falta de comunicación, el resentimiento acumulado (que se traduce a menudo en falta de deseo hacia la pareja) y problemas o disfunciones sexuales (como la impotencia, anorgasmia, eyaculación precoz, vaginismo, etc.).
- Tratar de cambiar al otro o que responda a una expectativa concreta. Hay aspectos de las personas que conviene aceptar y no tratar de cambiar, ya que corremos el riesgo de generar rechazo en el otro y de frustrarnos enormemente nosotros mismos. Rasgos de personalidad, ciertas manías que son irrelevantes y caracteres físicos serían algunos ejemplos de esto.
- Pasividad y tendencia a evitar los problemas. Cuando uno o ambos miembros eluden tratar los conflictos, confiando que se solucionen de forma espontánea. A veces se debe a una postura cómoda, otras implica cierto grado de inmadurez o resentimiento hacia la otra parte. Lo habitual es que los problemas se agraven si no tratamos de poner los medios para solucionarlos. Además, la parte que trata de abordar el conflicto se siente desatendida y acumula más rencor ante la pasividad o el desentendimiento del otro.
- Falta de participación en actividades compartidas y escasa implicación en los intereses y proyectos del otro. Ni una relación tipo siamesa, en la que todo se lleva a cabo en común, ni llevar una vida totalmente al margen de la pareja. Es bueno y compatible que existan espacios comunes en cuanto a amistades, hobbies o aficiones y también lo opuesto. De esta forma se cuida la relación, pero también la propia autoestima. Por otro lado, aun cuando no nos impliquemos de forma activa en el trabajo o aficiones de nuestra pareja, es conveniente que mostremos un interés y apoyo sinceros.
- Problemas externos o accesorios a la relación. Aquí entrarían factores como el estrés, los problemas cotidianos, la crianza de los hijos, conflictos familiares, enfermedades o problemas laborales, entre otros.
Recursos y claves para solucionar una crisis de pareja.
- Identificar el problema. Aunque pueda resultar obvio, lo primero es tener claro qué ha generado la crisis de pareja.
- Trabajar el diálogo. Es fundamental establecer una buena comunicación en ambos sentidos. Para ello la asertividad es un recurso de primera elección. Facilita comunicar nuestras emociones y demandas y nos permite hacer valer nuestros derechos u opiniones de forma respetuosa, positiva y constructiva. Cuando comuniques evita poner etiquetas al otro, así como emplear adjetivos o generalizaciones (eres un egoísta, nunca me escuchas, …). Describe eso que te molesta o disgusta de forma objetiva y sin emitir juicios de valor. Siéntete cómodo expresando tus sentimientos y estados emocionales para lograr que tu pareja empatice. Expresar que algo nos ha dolido hará más probable que la otra parte se ponga en nuestro lugar y por consiguiente que se produzca un cambio de actitud. Existen libros de autoayuda con los que puedes trabajar y desarrollar tu asertividad de forma guiada y sencilla. Un terapeuta especializado en terapia de pareja también puede ayudaros a establecer una comunicación asertiva.
Para dialogar de forma constructiva también es necesario saber escuchar. Para lograrlo es conveniente desarrollar una escucha activa con respecto a nuestro interlocutor. Permite que tu pareja se exprese sin interrupciones. Plantéate qué hay de importante o que te está queriendo transmitir con sus palabras (lee entre líneas). Pide una clarificación cuando lo consideres necesario para entender mejor sus motivaciones y sentimientos. También es útil devolver de vez en cuando un reflejo de lo que la otra parte te está queriendo decir pero con tus propias palabras (“entiendo que cuando hice este comentario no sentiste que me importaras realmente…”).
- Desarrollar o recuperar la confianza. Procura ser honesto y sincero y ábrete emocionalmente. Nunca traiciones la confianza que la otra parte deposita en ti. Esto debe ser recíproco, así que da también un margen de libertad a la otra persona para que sienta que confías. Procura no atosigar ni mostrarte posesivo o celoso.
- Liberarse del rencor y el resentimiento y trabajar el perdón. Muchas veces hay un poso de resentimiento que lastra la relación e impide a cada uno de sus miembros sobreponerse a los problemas actuales. En primer lugar, conviene establecer un clima que facilite la comunicación. Para superar el rencor tenemos que ser capaces de expresar aquello que nos ha dolido y que está debajo del enfado. Si nos quedamos únicamente en la expresión de la ira será más difícil que nuestra pareja empatice con nosotros y, por consiguiente, que se haga cargo o se disculpe. La parte responsable de causar dolor al otro deberá ser capaz de empatizar y elaborar una disculpa o acción sincera y sentida que contenga emocionalmente. A este respecto, a menudo un abrazo o un gesto de cariño comunica y contiene mucho más que las palabras. También en necesario ser capaces de reconocer cuando nos hemos equivocado y pedir disculpas si es oportuno antes de que la otra parte nos recrimine nuestra actitud negativa.
- Evitar echar en cara conflictos pasados. Esto ocurre cuando nos cuesta expresar en el momento lo que nos molesta debido a esa falta de asertividad que señalábamos anteriormente. Esto lleva a acumular resentimiento y cuando estallamos lo hacemos en la forma de una lluvia de reproches dirigida hacia la otra persona. Por mucho que se conduzca de forma respetuosa e invitando al diálogo, no podemos esperar que la otra persona encaje bien tal dosis de crítica de una sola vez. Lo más probable es que la reacción que generemos sea de hostilidad. Conviene por tanto tratar los conflictos de uno en uno y en su momento oportuno.
- Reforzar a tu pareja. Por refuerzo positivo consideramos todo aquello que se reciba como agradable y que haga más probable la ocurrencia de ese aspecto o actitud que es reforzado. Recupera detalles y muestras de cariño y afecto que se han ido perdiendo por la rutina o porque nos hemos acomodado dentro de la relación. Hazle llegar a tu compañero o compañera eso que te agrada de él o ella. Los refuerzos van desde pequeños detalles, muestras de afecto y comentarios positivos o elogios, hasta sorpresas y presentes en aniversarios o cumpleaños. Ser reforzante con los demás hace más probable que nos refuercen a nosotros mismos, lo cual es bueno también para la propia autoestima.
- Planear actividades agradables para hacer en común. Puede ser una cena algo elaborada o romántica, un baño con sales, una escapada a un lugar que os agrade a los dos, una actividad deportiva o estimulante, etc. Las relaciones también requieren de un tiempo de calidad compartido. Aquí también incluimos la intimidad y las relaciones sexuales. El sexo también puede ser visto como un refuerzo positivo en sí mismo.
- Implicarse en los intereses y actividades de la pareja. Al menos hasta cierto punto. Aun cuando nos resulte indiferente eso que ilusiona a nuestro compañero o compañera, no cuesta nada mostrar de vez en cuando cierto interés y respeto. Esto no implica tener los mismos gustos, pero sí saber valorar aspectos que son importantes en la medida que conectan con la sensibilidad de la otra parte.
- Buscar un aliado en tu pareja y hacer frente común ante la adversidad. Sobre todo cuando los problemas de pareja son debidos a factores externos a la relación. Cuando nos sentimos inseguros y agobiados por distintas cuestiones, tendemos a mostramos irritables con los que tenemos a nuestro alrededor. Esto provoca que terminemos viendo a la pareja como un enemigo más en lugar de un apoyo.
- Darse un margen si es oportuno. A veces tener la ocasión de echarse de menos ayuda a definir y clarificar los sentimientos con respecto a la relación. También es bueno poder disponer de algo de tiempo para dedicarse a uno mismo. Cuando mejor nos sentimos de ánimo es cuando estamos en mejor disposición de relacionarnos con los demás de una forma sana.
- Trabajar la propia autoestima o felicidad. Al hilo del punto anterior, si nos mostramos irritables a menudo con nuestra pareja, es probable que haya aspectos de nosotros mismos o de nuestro presente que nos disgusten o nos resulten frustrantes (la propia imagen, aptitudes, dedicación, etc.). Cuando esto sucede tendemos a proyectar de forma inconsciente en los demás ese descontento. En este caso podría ser conveniente trabajar la autoestima en una terapia individual, más que establecer de partida un enfoque de terapia de pareja.